Vamos a entendernos

Las personas a menudo nos hacemos un lío con nuestros propios pensamientos. A pesar de que nos creemos muy racionales, o según el caso incluso muy espirituales, la cosa es que a veces nos hacemos unas pajas mentales de la hostia. Y a menudo, además, tenemos la (mala) costumbre de engañarnos a nosotros mismos, ya sea de manera consciente o inconsciente. En algunas entradas de este blog me he referido al inconsciente (concepto que me parece muy interesante) para referirme a las motivaciones que nos impulsan a la acción sin que sepamos muy bien el porqué. En esta ocasión, no obstante, voy a dejar al margen este concepto que para mucha gente puede resultar desfasado o incluso sonarle bastante a “magufo” e intentaré exponer algunos otros conceptos que en la ciencia de la psicología actual están bastante bien considerados y que parece que nadie cuestiona para exponer algunas pautas típicas de nuestro comportamiento para así, poderlas identificar, comprender y que, principalmente, nos puedan servir para comprendernos a nosotros mismos un poquito mejor. Y de paso, también a los demás, que tampoco está nada mal, sobretodo, si esto nos sirve para mejorar nuestra empatía y relaciones con los otros.

La primera idea a la que me gustaría referirme es a la de “disonancia cognitiva”. Lo cierto es que no es la primera vez que me refiero a ella, de hecho, tiempo ha, ya escribí un artículo en el portal “Psicocode” acerca de la felicidad en el que hacía referencia explícita a este término (si os suscita interés, pues aquí os dejo el link), no obstante, hoy trataré de recuperarla brevemente de nuevo. La disonancia cognitiva básicamente hace referencia al malestar que experimentamos cuando experimentamos a la vez dos ideas contradictorias. El ejemplo típico es el de dejar de fumar. Un fumador que siente placer al fumar puede sentirse mal con el hecho de ser consciente de que esta adicción es perjudicial para su salud. Así pues, con tal de sobrellevar este malestar tiene básicamente dos opciones: dejar de fumar, o restarle importancia al hecho de fumar diciéndose así mismo cosas tal que “hay cosas peores que el tabaco” o “mi tío Ricardo vivió hasta los 90 años fumando como un carretero” o bien poniendo alguna otra excusa más elaborada como por ejemplo que ahora está pasando un periodo muy estresante y que más adelante ya lo dejará o cosas similares. En resumen, las personas a menudo ante una disonancia cognitiva (cosa la mar de frecuente, por cierto) tendemos a las excusas o a buscar argumentos de cualquier tipo para autojustificarnos y así seguir con la conducta que más nos satisfaga, aunque esta nos pueda resultar perjudicial.

Otra idea a la que me gustaría referirme es a los “sesgos cognitivos”. Los sesgos son un subtipo de algo que en psicología se conoce como “heurísticos”. El “heurístico” viene a ser ese atajo mental que nos sirve para tomar decisiones y, básicamente, ir por el mundo sin volvernos como una puta cabra analizando cosas. Están relacionados con nuestros hábitos y costumbres y nuestra vida cotidiana. Son generalizaciones e ideas aprendidas que normalmente son la mar de útiles y prácticas para nosotros, todo hay que decirlo, puesto que de no contar con ellos en nuestro día a día no podríamos con nuestra vida. Por ejemplo, si queremos comprar algo por Amazon y detectamos que el precio de un producto es elevado solemos entender que se relaciona con un producto de calidad y a la inversa, si consideramos que el precio es excesivamente barato solemos pensar que el producto debe ser de calidad un poco más mierdas. Y con esto, pues ya lo tendríamos un poco explicado.Así pues, los heurísticos pueden estar en lo cierto o no, pero el caso, es que normalmente nos dan pistas útiles para nosotros y, en general, suelen acertar bastante, por así decirlo. En cambio, los sesgos cognitivos son un tipo de heurístico que casi casi seguro resulta ser un indicador falso y que, en cambio, hacemos servir de manera constante y sin darnos cuenta de ello y al que, paradójicamente, le damos credibilidad de ley.Los sesgos cognitivos más típicos son los siguientes:

  • El sesgo egocéntrico: consiste en la creencia en que nuestra manera de pensar es la correcta, la universal y, en resumen, la puta hostia. Es decir, lo bueno es pensar lo que nosotros pensamos y que además sería lo esperable que pensara todo cristo. Y si alguien piensa diferente a nosotros, pues esa persona de entrada ya nos parece sospechosa y solemos creer que o bien es tonta o no se entera de las cosas, o bien la pobre está totalmente equivocada y no lo sabe, o bien directamente es el mal encarnado. Fin de la historia.

  • El sesgo de confirmación: consiste en prestar atención e importancia a aquellas ideas e informaciones que refuerzan nuestras propias creencias y despreciar todas las demás. Está muy relacionado con el sesgo anterior y se puede verificar fácilmente en los hilos de Twitter y en las redes sociales en general y similares. Y también en casi todo lo que tenga que ver con la política y el fútbol. Que parece que no, pero al final viene a ser un poco lo mismo. Un efecto moderno y acorde en nuestras sociedades actuales hiperconectadas derivado de este sesgo es el de las “cámaras de eco”, es decir, la tendencia de las personas a relacionarnos y prestar únicamente atención a las personas e informaciones que confirmen nuestro punto de vista. Hecho que deviene a una mayor radicalización de nuestras propias ideas y a generar diferentes colectivos polarizados respecto a ciertas temáticas (feminismo, inmigración, prostitución, consumo de drogas, aborto, vacunas, eutanasia, etc.) donde se impone el pensamiento maniqueo, es decir, el blanco o el negro y despreciando absolutamente cualquier tipo de escala de grises.

  • El sesgo de correspondencia: se le conoce también como “error fundamental de atribución” (nombre que queda además muy molón) y se refiere a la tendencia a valorar muy generosamente los motivos y causas personales que tenemos nosotros a la hora de actuar o pensar de una manera determinada (o la gente que consideremos de nuestro clan) y, en cambio, no ser para nada tan benévolos y magnánimos con las causas y motivaciones de los demás para llevar a cabo exactamente las mismas acciones que nosotros. Por ejemplo, si nosotros nos saltamos un semáforo en rojo podemos justificarnos diciendo que “no pasaba nadie” pero si lo hace otro cualquiera podemos sentenciarlo con un “vaya cabrón”. Así de simple y de básico, oye.

Por último, al margen de los sesgos pero muy relacionados con ellos, me gustaría referirme a las “falacias lógicas”. En psicología se conoce como “falacia” a un argumento que, a pesar de a primera vista tener pinta de lógico y válido y de estar fetén, cuando le das una vuelta, ves que es más falso que un billete del Monopoly.Las dos falacias lógicas que, a mi modesto entender, más comúnmente utilizamos para autoconvencernos, autoreafirmarnos y (ay!) en ocasiones autoengañarnos en nuestra propias creencias son los siguientes:

  • Falacia ad hominem: se refiere al hecho de refutar o despreciar una idea, un concepto o una información cualquiera en base a la persona que la refiere. Esto es, por ejemplo, pensar que algo no es válido no por la cosa en sí, sino por la persona que la anuncia o la profesa. Esto se ve muy claro cuando despreciamos lo que dice, por ejemplo, alguien de VOX o de Podemos o de Esquerra Republicana (lo mismo me da) no por el argumento en cuestión, sino por el partido al que esta persona pertenece.

    – Falacia del hombre de paja: consiste en despreciar también lo que sea que diga alguien, tampoco por lo que estrictamente dice o cuenta, sino por cualquier otra idea random (con más o menos fundamento, todo hay que decirlo) que nosotros asociamos que implícitamente está vinculada al razonamiento original y, por lo tanto, contraargumentar en este sentido (sin tener en cuenta el argumento original). Me explico: por ejemplo, es posible que alguien exprese algo parecido a “que sería necesario controlar la inmigración ilegal” para que nosotros – si tenemos tendencias izquierdistas- entendamos que esta persona es xenófoba y supremacista y, en consecuencia, respondamos algo así como que “hay que combatir el fascismo porque de ningún modo cabe el racismo en nuestra sociedad” (a pesar de que dicha persona no se haya referido para nada en los términos en los que nosotros la etiquetamos). De la misma manera, es posible que alguien expresara que está a favor del derecho a la autodeterminación de los pueblos para que otra persona – con un sentido patrio unitario poderoso, por así decirlo- respondiera que hay que combatir por todos los medios el terrorismo o cualquier otra ida de olla semejante. 

En resumen, que tendemos de manera innata a pensar que somos unos putos cracks y si no desactivamos de algún modo esta manera automática que tenemos de procesar la información, es muy probable que durante la vida nos vayamos metiendo tremendas hostias con nosotros mismos y con los demás (metafóricamente o no) sin que tengamos la más remota idea de qué cojones está pasando. Para ello, es necesario cultivar nuestra humildad, desarrollar un espíritu crítico, y tener la voluntad e inteligencia suficiente para saber aprender de los errores y de la experiencia y, sobretodo, entender que en el fondo todos somos mucho más parecidos de lo que a priori solemos creer. Y también mucho más irracionales e ilógicos de lo que pensamos. Sí, incluso el tipo ése que no soportas y en que su manera de pensar y actuar se parece a la tuya como un huevo a una castaña, al final funciona con los mismos resortes psicológicos que los tuyos y busca su felicidad al igual que tú. Con esta finalidad, he querido poner sobre la mesa en este post algunas claves (o “tips” como ahora está de moda decir) para identificar los procesos psicológicos anteriormente descritos en nuestra manera habitual de pensar. Si ha cumplido el objetivo, pues yo contento. Y si no, pues al menos espero haya servido para pasar un ratito entretenido de lectura, que oye, tampoco está mal para los tiempos que corren.

Autor: En Ocasiones Pienso - Blog

“Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas – la elección de la actitud personal que debe afrontar frente al destino – para decidir su propio camino” (Viktor Frankl)

2 opiniones en “Vamos a entendernos”

  1. Bueno, pues lo has explicado muy bien como siempre lo haces.
    Artículos así sirven para entender un poco más de que va este mundo.
    Felicidades y te animo a que publiques un libro, seguro que tendrá mucho éxito.

  2. Me encanta este escrito, fresco y ameno!! Gracias por explicarlo todo tan bien y acercarnos estos conceptos q muchas veces se pasan por alto.

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