Por qué escribo

escribirEscribo, en primer lugar, simplemente por el placer de hacerlo, por la belleza que desprenden las palabras en sí mimas y por la magia de la comunicación. El acto de hacer llegar un mensaje, el que sea, a una persona que le pueda interesar me parece por sí mismo un motivo suficiente.

Quizás, si buscamos en las profundidades de lo propiamente humano, hallemos en la comunicación, es decir, en la utilización del lenguaje para transmitir una idea, sus raíces fundamentales. De hecho, quizás la relación entre lenguaje y pensamiento sea mucho más estrecha de lo que habitualmente la solemos considerar. “Pienso, luego existo” reza en conocido aforismo de Descartes. No obstante, el pensamiento no deja de ser una abstracción repleta de símbolos en nuestra mente, conformados a su vez por una multiplicidad de significados y relaciones diversas que, al final, en su esencia, nos llevan de nuevo a conceptos, a palabras, para finalmente poder ser interpretados. Y, en definitiva, a comunicarnos.

No obstante, cuando escribo es obvio que también subyace una intención, un propósito determinado, una motivación que me empuja a hacerlo. En mi caso, fundamentalmente el objetivo es (con más o menos suerte) poner sobre la mesa un punto de vista determinado – el mío – sobre algún tema que invite a la reflexión o  al cuestionamiento crítico de, llamémosle, la realidad. También escribo, claro está, con la esperanza de influir de alguna manera, en las ideas del lector, para que desde su propia perspectiva, pueda recoger todo aquello que le sirva o le resulte de algún modo interesante. En realidad no es nada demasiado diferente a lo que normalmente todos hacemos en mayor o menor grado durante nuestra vida cotidiana al relacionarnos con los demás. Ahora bien, cabe reconocer que a menudo, en nuestro día a día, no nos queda tiempo suficiente, o simplemente no se dan las circunstancias apropiadas, para tratar con la tranquilidad que quisiéramos determinados asuntos. Internet en este aspecto ha devenido un espacio de libertad, que permite dar lugar a esa posibilidad de forma fácil y accesible para casi todo el mundo.

Por último escribo, simplemente para mí. Tal vez en cierto modo de manera “egoísta”, no lo sé… Lo cierto, es que cuando escribo me obligo a reflexionar y, por lo tanto, me doy permiso para ordenar mis ideas y aprender más sobre el propio tema que estoy tratando e, incluso, a menudo también, me permite conocerme mejor. Creo que hecho de escribir a veces funciona como un espejo que te muestra todo aquello que te gusta de ti mismo y lo que no, pudiendo de este modo detectar contradicciones internas y, por tanto, paradójicamente, situándote mucho más cerca de tu propia coherencia. En este sentido, a veces, el escribir se convierte en una especie de proceso de aceptación de tus propios límites e imperfecciones…

Muy a menudo, cuando escribo soy consciente de que no tengo las respuestas adecuadas, pero sí, en cambio, creo vislumbrar un indicio del camino a emprender para tratar de encontrarlas… Lo cierto es que al escribir sobre un tema determinado, de alguna manera, uno se obliga al análisis del mismo, al discernimiento y a tomar un posicionamiento o actitud personal respecto al mismo. A menudo (aunque no todas las veces)  esto ocurre desde la humildad, siendo por momentos consciente de la verdad socrática de lo poquito que en realidad sabemos de nada y, por lo tanto, lo importante que resulta siempre respetar la discrepancia y comprendiendo que la opinión de uno mismo, al final, sólo es eso. Una opinión. Nada más.

Por eso es por lo que escribo.

Autor: En Ocasiones Pienso - Blog

“Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas – la elección de la actitud personal que debe afrontar frente al destino – para decidir su propio camino” (Viktor Frankl)

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